lunes, 7 de marzo de 2011

DENTRO (CUENTO CURSI)

Tuve que redoblar la fuerza del brazo para que no se desplomara en la entrada mientras yo abría la puerta con la mano izquierda. Apenas pude dejarlo en el sofá de la sala, se dejó caer casi sin voluntad. Vi su cara,  la sangre brotaba levemente de algunas heridas y se había ya secado en algunas partes. No comprendía, pero no quería rendirme, y mientras le desabrochaba la camisa y suspiraba por los moretones de sus costillas no podía evitar mirarlo y preguntarle: "¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? Si no llego a tiempo te podrían haber matado". Pero nada, el mismo silencio cerrado, la misma mirada perdida cayendo sin obstáculos hacia lo profundo. Su cara destrozada es una masa homogénea y roja en la que sólo se distinguen los ojos perdidos y el aire que se abre paso entre la sangre, la piel blanca del pecho asoma en medio de la sombra de los golpes, y sé que la piel que su ropa todavía oculta no ha de verse diferente. No sé por dónde empezar, con el botiquín a mano me siento todavía más torpe que al principio. Sé que no va querer romper tampoco ahora su silencio pero aún así lo intento: "¿Adónde duele más? Decime al menos eso". Y entonces, como si volviera de un coma o un ahogamiento, sus ojos saltan hasta mí, y su mano temblorosa se arrastra por sobre el pecho para detenerse en una señal apenas a la izquierda del esternón, en una zona no alcanzada por golpe alguno. Es un mismo movimiento todo, los ojos prendiéndose de los míos y las yemas apretándose contra el pecho, un solo movimiento que me deja ver, sin embargo, más allá de lo que hasta ahora apareció ante mi vista. Porque sé que sus ojos no me ven a mí como tampoco vieron caer sobre su cuerpo la lluvia de golpes, porque sólo una cosa pueden ver sus ojos hacia donde sea que miren. No tiene adónde huir, el rostro de la mujer lo persigue, junto con todas esas cosas que no dirá a nadie y lo van envenenando aunque sepa que la conciencia no se calla con parlantes ensordecedores, y que ningún dolor del cuerpo es suficiente.

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