miércoles, 16 de marzo de 2011

LOS BESOS POR ESCRITO

Los besos por escrito no llegan
a su destino, se los beben por el
camino los fantasmas.

F. Kafka

Según Gabriel por estos lados el mejor escritor es la realidad. Yo no lo desmiento, pero quiero hacer notar que eso quizás se debe a que nuestra imaginación se ve obligada a descansar y a darse en unidades discretas como cápsulas. Así que para continuarlas hay que aliarse con la realidad poderosa, cederle parte de la firma. Antes de historias suelo tener ideas, y después el lápiz corre sobre la hoja poniendo carne sobre el hueso, piel sobre el músculo. Pero a veces quedan esqueletos solos, perdidos por ahí, en un olvido tenue que los llena de polvo, ignorantes del noticiero que me dice: ya no escribas, ya es verdad. Y esta vez en cambio no.
   Esta vez hubo algo. Así que las cartas pálidas que alguien, en un cuento que ya no voy a escribir, mandaba simulando ser otro sin un propósito claro, las cartas que lograban para nadie el amor del destinatario pasan a ser ahora otra cosa, una noticia en un programa de radio, una casa allanada y un rescate. La chica tiene catorce años, lo que hace verdad esa parte del amor, las manos que sobre el teclado no quieren ser más que ellas mismas, la verdad alternando con la mentira en el correo electrónico o el msn. Porque del otro lado (quién sabe si desde un principio o no, si no fue una de esas cosas cuyo sentido se sabe durante la marcha) del otro lado ya germina la estafa, el primo de dieciocho años fraguado por la amiga con la que de seguro charlaba en el recreo.
   Lo raro es que el amor estaba ahí, de su lado. Y cuántas veces sólo de uno, Ismael hablando del que miente y el que cree, Alejandro del que quiere y el que se deja querer. Tiene que haber estado ahí cuando juntó los doscientos pesos del rescate, y también antes, cuando el teléfono dijo del secuestro. Pero (y lo más terrible empieza recién acá) también estuvo (pienso) después, cuando supo de la estafa, de la mentira, de la falsa amiga que inventó un primo para que la enamorara, como después el secuestro.
   Yo siento que hay dos cosas y que una nos delata. La primera es la traición, la mezcla cínica de realidad y ficción que hizo que la imagen emanara de alguien más y voluntariamente. La segunda, la que nos delata, es la triste comprobación de que siempre nos enamoramos de alguien que no existe.
   Las únicas personas que íntimamente nos importan son las que se ganan nuestro recuerdo. Hay muertes innumerables que no nos tocan. ¿Por qué no creer que un fantasma en Internet haya podido ser lo único verdadero para alguien de la edad en que todo zozobra? Nuestra condena es despertar. Ver el amor que muere con un policía pateando la puerta.

2 comentarios:

  1. Qué bueno es leerte.
    Sí, calculo que no es casualidad que haya decidido comentar justito al lado de los amores fantasmas.
    Un abrazo.

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  2. :) Gracias, Anita!!! Un abrazo también de mi parte.

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