jueves, 10 de marzo de 2011

RATIFICACIÓN

Se le ocurre un personaje que está escribiendo una novela y usted imagina, detalle por detalle, la vida del mismo. Entonces algo intrigante surge: no sólo no puede gobernar el destino de su personaje sino que además la vida de éste comienza a influir repugnantemente en la suya. Lo normal, como ya sabe, sería que, en última instancia, su propia vida influyera sobre la del personaje que usted mismo ha creado. Pero no es así. Porque ese que usted imaginó es el verdadero escritor, y la novela que éste escribe lo tiene como protagonista a usted que, odiamos decírselo, es apenas un personaje literario.

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