sábado, 14 de mayo de 2011

TÁNDEM: FLAUBERT + IANNELLI

"Cuando alguien muere lo primero que se experimenta es una enorme estupefacción, tan difícil es comprender este advenimiento de la nada y resignarse a creerlo."
Flaubert, Gustave; Madame Bovary, Segunda Parte, Capítulo IX

"Como decía Marco Denevi en Parque de diversiones (1970), 'el fin del mundo es la muerte. Un apocalipsis trizado en infinitos y sucesivos apocalipsis individuales, porque a Dios le disgustan la megalomanía, la exageración y el barullo'.
       Y esos pequeños e individuales decesos van mutando paulatina e imperceptiblemente la piel del universo, y un buen día nos levantamos para encontrarnos con que el mundo ha muerto y éste en el que vivimos es otro, ni mejor ni peor, pero definitivamente otro. El mundo de Joaquín Gianuzzi muerto, y lloro."
Iannelli, Walter; Correo de Lectores de la Revista Ñ

sábado, 7 de mayo de 2011

EL CIEMPIÉS INMÓVIL

Inmóviles paquetes de fideos a la izquierda, en la góndola. A la derecha las cajitas de puré de tomate. Atrás, quién sabe, las legumbres tal vez, las harinas, los arroces, o acaso algún otro comestible. Adelante, como detenida en el tiempo, como congelada por la criminal acción del Capitán Frío, la cola que, según creemos, nos llevará hasta la caja, hasta la prolija caja donde embolsarán nuestras mercaderías, esas que conseguimos cargar en el canasto, y desenfundaremos los billetes luego de oír la cifra total de nuestra compra.
       Pero ese momento feliz no llega todavía; paralizada en su burocrática impotencia la cola nos hace dudar. Por experiencia sabemos que allá adelante nos espera la mecánica cajera para concluir con nuestra operación, pero ¿y si esta vez es diferente? ¿Y si nos quedamos trabados en esta fila creciente, encerrados indefinidamente por las góndolas y las personas que nos rodean? ¿Acaso los embotellamientos sólo ocurren en las autopistas? Quién sabe. Por lo pronto contamos con la providencial costumbre para subsistir al pánico, por ahora la resignación nos refrena, y así la desesperación todavía no nos pudo. Y miramos la nuca inmóvil del que está adelante, la playera que encadenamos al bicicletero de la entrada, y el recinto donde nos retienen la bolsa de los mandados. Porque no es para tanto al fin. Si no por qué podemos empujar con el pie el canasto que el cansancio nos hizo apoyar en el piso y avanzar medio pasito, que parece poco, pero que nos tranquiliza porque entendemos que la cola, aunque lentamente, avanza. Es eso lo que nos da esperanzas y nos hace soñar con el utópico momento de vaciar nuestro canasto. Miramos así la nuca inmóvil del que está adelante, y presentimos más allá a la cajera. La presentimos, sí, pero ¿cómo? ¿Cómo una certeza? ¿Cómo una superstición? ¿Cómo?
       Quién sabe.

domingo, 1 de mayo de 2011

PUNTO DE ENCUENTRO

El día anterior había llorado yo, pero para nadie y por mí. Porque siempre que me acaricia una ilusión hay detrás una desilusión preparando un golpe durísimo. El día anterior yo había llorado por mi gran inutilidad, casi dos semanas y todavía ningún socio, ese laburo en apariencia tan genial claramente no era para mí, tanta plata gastada en nada. Ahora la que lloraba era Georgina, pero por otras cosas. Ella estuvo con los demás cuando dos días después saludé después de devolver la enciclopedia y pisé por última vez la editorial: su razón era muy otra y estalló cuando llegué después que ella al punto de encuentro. Ahí me dijo lo que había pasado, del descampado por el que cruzó y del pibe drogado mostrándole las balas del arma, de su resistencia a darle el bolso y el tiro que no salió, que en el bolso tenía las monedas que una mujer le había dado para viajar, todo eso flotando en su llanto y hacia mí. Y entonces yo le preguntaba cosas para hacerla volver, porque ahora estaba acá, hablando conmigo en el punto de encuentro, ya no más ahí con el miedo y la muerte. Por eso yo podía ganarle un tiempo al llanto, para que me dijera quién vivía en su casa, cómo llegaba hasta allá, lo que fuera que la tuviera tranquila y pensando en otra cosa, al menos hasta que fueron llegando los demás y yo ya no pude hacer nada con ese llanto que volvía a estallar y esa historia que no dejaba de repetirse.