viernes, 24 de junio de 2011

HISTORIA DE SIEMPRE

La soledad de Nuestro Protagonista esquiva lo inmediatamente material: la peatonal de "Las Toninas" por donde avanza (acompañado de sus amigos) está surcada de veraneantes. Su soledad, decía, sólo acepta descripciones poéticas: una melancolía no estimable en horas, una desesperada paciencia, un exilio dentro de sí mismo, una oscuridad donde cualquier luciérnaga es un sol. Pero esta noche Nuestro Protagonista evita lo trágico (es justo: ha salido a distraerse, no quiere pensar que la vida obedece un complejo engranaje donde el azar es ley, ni que su redención puede acecharlo desde cualquier muchacha fugazmente vista). Algo, sin embargo, lo lleva a fijarse en ese grupo de chicas que avanzan en sentido inverso al de sus amigos y él. Sus amigos conversan, puras banalidades, como siempre. Y él quisiera ser parte de esa frívola discusión pero es más fuerte la atracción que una de las chicas del grupo despierta en él. Aclaremos que no es algo puramente físico, la chica lo inquieta como nos inquietaría un ruido en una oscura habitación. Algo en ella tironea de su alma y le encadena la vista. Pero eso no es todo. Porque así como es innegable que cualquier muchacho que fije sus ojos en una chica comprobará que ella esquiva prudente su mirada y camina viendo adelante, la chica que absorbe la atención de Nuestro Protagonista lo mira, de un modo misterioso y casi sobrenatural, ¡directamente a los ojos! Avanza por el centro de la peatonal como él, y le sostiene la mirada como quien aferra en un puño algo tan valioso que no se perdonaría jamás haberlo perdido. Nuestro Protagonista, pese a sus iniciales deseos, no puede tampoco esta vez extraviarse en cosas superfluas. Tampoco esta vez, en esta simple caminata, puede evitar apostar su porvenir a una señal inconfundible, a una mirada tan contundente como una piedra preciosa. Mucho menos en ese brusco e irrevocable adentrarse paso a paso en la peatonal, viendo que ella hace lo mismo, que unidos por la mirada por una fuerza que los traspasa avanzan uno hacia el otro, acercándose a cada paso, a cada instante. ¿Qué le dirá cuando la tenga a escasos centímetros? ¿Se besarán furiosamente como los protagonistas de las películas, sin siquiera meditarlo? ¿Se abrazarán para que sus cuerpos se fundan al igual que sus miradas y en el mundo no importe nada fuera de ellos dos? Instante tras instante han ido acercándose, ya están a un solo paso uno del otro. Parece que el infinito pasado no tiene otra justificación que este momento. Fascinado por esta enigmática magia él la contempla, siente que ella quiere hablarle, se predispone a oírla como naciendo de nuevo.
       –¿Qué mirás, estúpido? –chilla ella, apartando inmediatamente la cara de su vista.
       Miserable y patético, Nuestro Protagonista sigue caminado, pero siente (eso sí) que el mundo es ahora para él completamente inútil.

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